viernes, 1 de enero de 2016

ATELIER , este cuento nace de una pintura de mi vecina y amiga de la infancia Valle Oyola, junto con su hermano Rolo, pasamos muchas horas de nuestra infancia en ese rincón maravilloso de Salta que es Campamento Vespucio. Valle, pintó su hermoso cuadro y simplemente por jugar como cuando eramos niños me anime a contar una fantasía.



ATELIER
                                                                                                                  



El dolor de cabeza se había ido al igual que los mareos. La luz ya no molestaba, no tenia que cerrar los ojos para evitar ese reflejo que tanto me atraía..
Me senté en el sillón aprovechando que Dogo no estaba ¿A dónde habrá ido? su plato aún tenía  comida y su bebedero estaba repleto de agua, ya volverá, pensé sin darle mayor importancia.
Sobre el caballete, mi último cuadro, inconcluso quizás, porque en ese deseo de captar en toda su dimensión la esencia del sueño siempre faltaba un trazo, una sombra, un relieve, una textura, que convierta en realidad lo imaginado.
Plasmar con oleo esa escena era el desafío, meterse en el detalle minúsculo, imperceptible para otros ojos, infinitos para mí.
La ventana abierta, una suave brisa recorría los cabellos de Rolo, que asombrado observaba la figura que se dibujaba en el paisaje, refugiada detrás de la cortina roja miraba de soslayo ¿Será real? Me preguntaba al tiempo que mis manos se aferraban a la cortina.
La mirada de Rolo me daba la certeza de la realidad, no era mi imaginación, no era un sueño, estábamos allí y veíamos su sombra proyecta sobre el pequeño mueble de madera, el cajón entreabierto, la taza blanca enlozada, que había perdido su esplendor con el paso del tiempo, la jarra con agua… y la luz,
esa luz que proyectaba sombras, esa luz inexplicable a nuestro entendimiento racional, esa luz que solo nosotros podíamos ver, de la misma forma que solo nosotros podíamos ver las estigmas en los pies que parecían levitar sobre la soga de tender la ropa. ¿Acaso es un sueño? Intenté abrir los ojos, crear otra realidad distinta a la que estaba viviendo, pero no desperté, el paño seguía secándose al sol y el broche de madera era mudo testigo de lo que estábamos viviendo. Sentí  la brisa sobre mi rostro, el calor sobre mi piel, incrédulos solo atinamos a mirar, la mano de Rolo sobre el cajón entreabierto en un  gesto de querer tocar esa imagen conocida y a la vez incomprendida.
Trate de tomar distancia, de mirar en perspectiva lo que estaba ocurriendo, pero solo me quedé detrás de la cortina, refugiada entre los pliegues de tela y las conocidas grietas de la pared que tanto habían formado mi imaginación.
Por último, intenté refugiarme en mi paleta, recorrí cada rincón del atelier renovando su textura, dándole vida al azul del cielo, dándole sabor al pedazo de pan sobre la mesa.
El hiperrealismo le ganaba al sueño, con cada trazo, con cada combinación de colores nacía una nueva realidad… pero esos pies….esos pies en la ventana, seguían allí, con su luz infinita.
Me alejé, tomé distancia de la ventana, la perspectiva me daba una nueva sensación de profundidad, sentí deseo de acercarme nuevamente, más que un deseo fue una necesidad, una necesidad de integrarme a aquello, sueño o realidad ¿Qué más da?
Me acerqué a la ventana para ver la imagen en su totalidad, la luz me encegueció por un instante, nuevamente sentí esa brisa suave sobre mi rostro.
 El sonido de la puerta me distrajo por un instante, volví a refugiarme en el sillón, allí me quedé, en silencio.
Primero entró un hombre, quien invitó gentilmente a pasar a otras personas. No me pidieron permiso, solo entraron.
Este es el atelier del cual les hablé, está impecable, aquí se respira arte en su máxima expresión. Todo está en su lugar, nadie toco nada, el mueble de madera, la jarra, el cajón entreabierto, la taza enlozada, hasta las cortinas rojas con detalles verdes, la soga de tender la ropa con su broche de madera .De  hecho pueden ver el último cuadro sobre el atril y aún la ventana abierta, la cual nunca se pudo cerrar, algunos dicen que las gotas  rojas  son de sangre, otros que es solo pintura, pero en verdad nadie sabe lo que ocurrió aquel día que la artista atravesó la propia  ventana que pintó. 


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