domingo, 3 de enero de 2016

"TUS AMIGOS" Un cuento que en lo personal me gusta mucho y quiero compartir con ustedes. Letras a la gorra ya tiene más de cien visitas ¡¡ GRACIAS !! Espero comentarios, criticas, sentimientos. Hagamos de este sitio un lugar para expresarnos con total libertad.

TUS AMIGOS.

¡Pero…Carajo¡ ¡Mira donde te vengo a  encontrar¡ ¡No lo puede creer¡ ¡Tenia tantas ganas de verte¡… Cuando leí tu nombre en la puerta pensé... ¿será el negro? Y sí... sos vos. ¡Pero la puta madre, será cosa de Dios! El otro día me encontré con Ramón, el correntino, está igual el loco, un poco más gordo, cuando me vio pego un sapucai que hizo temblar la tierra. Nos reímos mucho acordándonos de todos los muchachos del taller y las macanas que hicimos en ese bendito trabajo. Nos acordamos de Sotelo,  y de lo mal arriado que era, no por nada  Benigno lo bautizó como el redomón ¿Te  acordas el día que llegó a la fábrica con los cigarrillos negros y  las botellas que había sacado de una macumba armada en la esquina del potrero?  No lo podíamos creer, pero, cuando salimos  con los muchachos pasamos por la esquina y era verdad, había una gallina muerta, unas velas rojas consumidas, algo de arroz y maíz, algunas cintas y cadenillas de fantasías, todo desparramado, pero, faltaban las botellas y los cigarros.  ¿A quién se le podía ocurrir agarrar esas cosas? Sin embargo el redomón, no solo las agarró, sino que entró con las botellas y el cigarro encendido lo más pancho .Él era así, no le importaba nada de nada, no creía en esas cosas y hacía lo que le venía en ganas. Me acuerdo que ese mismo día fue el cumpleaños del  indio ¡Qué personaje el indio! no hablaba nunca ¿te acordas? parecía una estatua pegada a la silla del laburo, hacía su trabajo pero sin fatigarse. Recuerdo cuando lo agarraron entre todos y lo cagaron a palos por el cumpleaños, quedó tirado al costado de la mesa, vos le reventaste una naranja en la cabeza. El indio, se moría de risa y yo, que era el jefe tenía que hacer la vista gorda, porque sabía que ese tipo de situaciones unían mucho al grupo, sino los tenía que rajar a todos. Me sorprendió cuando me invitó al cumpleaños, no era habitual que un operario me invitara a su casa y mucho menos a una fiesta, pero me pareció tan sincera la invitación que acepté con gusto. ¿Te acordas? Vos también fuiste. Al indio siempre lo cargaban con la señora, decidan que la chaqueña lo tenía cortito, pero ese día no me pareció que fuera tan así. Lo que vos no sabes es que ese día, fui a casa, me bañé y  a eso de las ocho tomé el colectivo  para ir a  lo del indio. Como no conocía la casa quería llegar antes de que anocheciera. Caminé desde la ruta a la casa, recordé que él iba en bicicleta todos los días al trabajo, no podía estar tan lejos. Cuando llegué, me llamó la atención el lugar donde vivía. Un pasillo largo, un alambrado que llegaba hasta el fondo. La puerta de tejido con un marco de caños redondos. La chapa enlozada con sus números  descascarados  colgaba de un tirante de quebracho.  Me detuve en la puerta, miré a lo largo del pasillo, varias puertas de madera se recortaban entre las chapas de distintos colores, tamaños y formas,  un alero, un felpudo  o una maceta personalizaban  las entradas. ¿Cuál sería la del indio? Al golpear las manos, la  cortina de la primer ventana se corrió bruscamente, una mujer mayor, con un pañuelo anudado en la cabeza  me miró con un solo ojo hundido en un mar de arrugas, una venda blanca le surcaba la cara en diagonal tapándole el ojo derecho. ¡Vos, seguro te acordarías de la vieja!
-¿A quién busca?- Preguntó de mal modo
-¿El señor Aníbal vive aquí?- Respondí
- ¿El indio?... Al fondo, la última pieza de la izquierda- Refunfuño antes de dejar caer la cortina. La  puerta de tejido arrastraba en la tierra, los perros me ladraron a lo largo de todo el pasillo. Cuando llegué al patiecito del fondo el indio estaba inmutable, parado sobre una silla extendiendo el alargue con las tres lamparitas sobre la soga de colgar la ropa. En el otro extremo estaba la chaqueña, con el enchufe en la mano atenta a la señal del indio. Las mesas cubiertas con hule, las sillas todas distintas y algún que otro banquito  se alineaban debajo de la tira de lámparas.  En el fondo, contra el alambrado Petronilo avivaba el fuego,  usaba un  elástico de cama como parrilla para asar los  pollos. Al verme llegar,  dejó de atizar el fuego y levantó la mirada.
_Llegó el jefe- gritó, mostrando su sonrisa de prótesis amarilla. Rubio, flaco y con esos ojos azules que  parecían explotar en su huesuda cara. El fuego lo había arrebatado y la transpiración le corría por las mejillas hasta llegar al pañuelo anudado al pescuezo. Me acuerdo, que vos estabas jugando al truco con el redomón, el sapo y el negro Quinteros. Pobre negro, le amputaron un pierna. ¿Sabías que le tuvieron que amputar una pierna por el tema de la diabetes? Bueno, ahora está mejor, pero se tiene que cuidar mucho. En ese momento llegó el Negro Monjes, justo detrás de mí, así que cuando Aníbal bajó de la silla nos vino a recibir a los dos. Pensar que el hijo del negro Monjes ahora trabaja conmigo,  hace el reparto de la florería,  pero hoy no vino, está de franco. ¿Te acordas que cuando se hizo de noche y encendieron la tira de luces se armó el revuelo?  La vieja tuerta vino endemoniada para el fondo pidiendo que apaguemos la luz. El indio le salió al cruce y sin perder la calma le dijo que le iba a pagar la diferencia,  pero la mujer no entraba en razones, hasta que empezaron a discutir cada vez más fuerte. Todo terminó con un certero bastonazo en la cabeza del indio, la vieja se metió en la pieza y sacó los tapones, dejando a todos los inquilinos sin luz. Nunca me voy a olvidar la cara del indio, la chaqueña se la quería comer cruda a la vieja  y los otros inquilinos que no tenían nada que ver, no sabían a quién putear. Todos gritaban en la puerta de la vieja, pero no hubo caso. Ella era la dueña de la pensión y la caja con los tapones  estaba adentro de su pieza. Como única luz teníamos el reflejo de las brasas   y la claridad de las llamas.  Menos mal que a Petronilo se le ocurrió ofrecer su casa, que estaba a pocas  cuadras ¿Te acordas que tuvimos que cruzar el potrero con los pollos arriba del elástico y las brasas en un fuenton de chapa?  Al llegar a la casa, la familia de Petronilo no entendía nada de  lo que pasaba. Los pollos a medio hacer, un tacho con brasas humeantes, media bolsa de carbón, un par de damajuanas abiertas, sillas, mesas, banquitos, un cable con tres lamparillas, la botella de Doble V  y los vasos en una palangana de plástico. Parecíamos una fila de hormigas cruzando el campito. A mí me toco acarrear con las sillas,  como iba atrás del fuenton, el olor a humo me impregnó la ropa para toda la noche.
_ ¿Te acordas de la prima de Petro?_ La conocí esa noche, que hermosa mujer, nunca la voy a olvidar. Cuando la vi. Por primera vez, morí de amor, me llamó la atención las piernas torneadas que tenía. Pese a que tenía dos hijos,  su físico se mantenía  perfecto. Me acuerdo que estaba con un vestido de algodón,  con flores rojas  muy chiquitas, una hilera de botones al frente permitía ver la piel suave de sus piernas y las formas de sus pechos. El pelo ensortijado, largo hasta la mitad de la espalda me cautivó. Me sentí ridículo al llegar con las sillas, los pollos, el carbón y toda la comitiva, pero con la primer mirada de sus ojos pardos me derretí.
Ustedes se instalaron enseguida, y después de discutir por los porotos del truco, siguieron como si nada hubiera pasado. Envido, Real Envido, truco, quiero retruco, era lo único que se escuchaba. Petro armó el fuego por segunda vez, los pollos sobre el elástico comenzaron a rechinar nuevamente. La chaqueña me pidió que la acompañara a buscar  las fuentes con las ensaladas, las botellas y los sifones. Faltaban manos para traer todas las cosas. La prima de Petro vino con una linterna y su hijo más chiquito de la mano. Los cuatro caminamos iluminados por la luna y la linterna, cruzamos el potrero, el zanjón y llegamos a la casa del indio que seguía a oscuras. Durante el camino, nos conocimos y reímos mucho con la situación. La prima de Petronilo estaba recién  separada del marido y había venido de Entre Ríos a pasar unos días con la familia. La vieja, se asomó por detrás de la cortina al escuchar el roce de la puerta contra el piso, pero enseguida siguió hundida en la oscuridad.  El tercer viaje lo hicimos solos con la prima de Petronilo, la chaqueña nos prestó las llaves de la pieza y nos dijo dónde encontrar la conservadora para el hielo, al cruzar el zanjón fue la primera vez que le tomé la mano. Volvimos con los cubitos y con muchas ganas de besarnos. Los pollos ya estaban asados, la mesa servida sobre los hules floreados, los vasos desbordados de vino tinto brillaban debajo de la tira de luces.
Sapucai, Chámame, Zambas y Chacareras, los Manseros Santiagueños y  Transito Cocomarola no dejaban de alegrar la noche, truco y retruco, envido y real  envido.
Hasta recuerdo tu voz diciendo:
“Alambrado de cuatro hilos
Poste de Ñandubay
Molino marca Guanaco
Y una flor del Paraguay”
Tu risa, la mirada cómplice de la prima de Petronilo, mi mano debajo de la mesa y el vestido de algodón,  y la piel desnuda de la mujer de ojos de tigre.
¿Té acordas, la chaqueña me saco a bailar chámame? Yo no sabía ni dar un solo paso, pero me dejé llevar por la música y el vino. Con cada vuelta miraba a la prima de Petro que no me perdía pisada. Cuando dejé de bailar ella ya no estaba en la mesa, había llevado a dormir al nene, no verla por un rato me puso ansioso, la buscaba con la mirada, pedí pasar al baño, después fui a la cocina con la excusa de buscar escarbadientes, solo quería verla, sentirla cerca mío. La fiesta siguió, las brasas perdieron  su brillo debajo del elástico, las fuentes con ensalada y restos de pollo se amontonaron en la pileta de lavar los platos. El vino, la  ensalada de frutas y ella que  no volvía de la pieza. La Chaqueña salió de la cocina,  me miró y antes de apoyar la olla con la  ensalada de frutas en la mesa dejó deslizar las llaves en mi mano.
- Anda a buscar la torta que está en la heladera- Me dijo casi al descuido-
Apreté las llaves en mi mano, tomé el ultimo sorbo que quedaba en mi vaso, esquivé los bailarines que encorvados no paraban de gritar al compás del chámame.
En la puerta, estaba la prima de Petronilo, con el cabello recogido su piel brillaba con la luz de luna, sin decir una sola palabra la tome de la mano, antes de llegar a mitad de cuadra nos paramos en un rincón oscuro para besarnos. Ella me contuvo, me recordó que teníamos que ir a buscar la torta, seguimos caminando, al llegar a la esquina escuchamos el griterío de “que los cumpla feliz...que los cumple feliz”.
Tenía las llaves en mi bolsillo, al llegar a la casa de Aníbal, no había ninguna torta en la heladera que se descongelaba poco a poco, ella apagó la linterna y se acercó a mis brazos, mis manos desabotonaron lentamente el vestido de algodón, besé su cuello,  liberé la cascada de cabellos sobre sus hombros desnudos. Su piel se contrajo con las primeras caricias, sus labios se ahogaron  de placer con cada beso, recorrí con mis labios la firmeza de sus pechos y su tímida desnudez. Su delicada ropa interior se humedeció  de deseos.
 Nos entregamos al amor desenfrenados, como si nunca hubiéramos amado, las luces del lugar seguían apagadas y podíamos adivinar los gritos del cumpleaños.
Después de esa noche, nunca más la vi. No sé si vos te acordaras de ella, cuando volvimos a la fiesta ya las velas no ardían, la botella de Doble V estaba llegando a su fin. La caña, que al principio la iban a guardar para preparar con ruda el primero de Agosto  ya estaba destapada.
 Ella se perdió en la habitación con los chicos, yo me quedé comiendo un pedazo de chipá que me guardó la chaqueña.
El negro Monjes, estaba borracho durmiendo la mona debajo de la escalera. ¿Te dije que el hijo del Negro Monjes trabaja conmigo?
 Hace el reparto de la florería, hoy no vino porque está enfermo y me tocó a mí hacer el reparto, nunca pensé encontrarte aquí y mucho menos traerte  una corona que diga “tus amigos”...tenía tantas ganas verte y de hablar con vos… y ahora que te encuentro se me anuda la garganta y no puedo dejar de llorar ¡la puta madre…mira, donde te vengo a encontrar!

________________________________________________________MAHUDA   

4 comentarios:

  1. Wow .... Me encantó Hugo.. qué poder descriptivo!

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  2. amo este cuento lo leo y lo vuelo a leer y no solo lo leo siempre lo veo y al final es innevitable que me brote una lagrima que no termina de salir pero ahi esta! Te amo

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